Nota publicada en el portal Realidad Bajo Sospecha (www.realidadbajosospecha.com)
La gente más humilde termina transfiriendo recursos a empresarios explotadores de los juegos de azar.
Ya a principios del año pasado nos reunimos con Monseñor Jorge Casaretto, junto a un grupo de legisladores, quien nos tansmitió su preocupación por el aumento de las salas de bingos y tragamonedas en la provincia de Buenos Aires.
El juego de azar es una de las actividades que a partir de su ilegal legalización, se ha convertido en un emblema de la corrupción consentida y ahora con la situación de crisis se ha profundizado la tendencia del Gobierno de Scioli de recurrir a esta actividad para aumentar sus recursos.
La forma discrecional de adjudicaciones de los permisos de explotación y ampliación, la falta de controles sobre lo recaudado en estas salas de juego, la manera de distribución de las ganancias nunca bien esclarecidas, son elementos suficientes y más que contundentes para sospechar la existencia de una relación entre los responsables de la administración del juego y la dirigencia política que toma decisiones en esta materia, la que podemos calificar por lo menos de incestuosa.
Un tema central en esta cuestión es que al no existir registros sobre los apostadores, el juego es un camino inmejorable para el blanqueo de dinero proveniente de actividades ilegales y deleznables como el narcotráfico, la prostitución, entre otros.
Tenemos un problema grandísimo con respecto al crecimiento del juego en el país que ha contribuido a profundizar las desigualdades. Somete a la ciudadanía, en su mayoría personas de menores recursos, a la falsa ilusión de una recuperación económica que nunca se hace realidad.
Es inconcebible que el responsable del juego en
Cristóbal López es el testaferro y el cajero de Kirchner. Hace negocios fabulosos relacionados al juego y tiene pergeñado introducirse en la provincia de Buenos Aires.